El vehículo se desplazaba lentamente sobre la superficie de piedritas del corto pero sorprendente boulevard de entrada de una mansión de Punta chica.
Las calles de la galana costa de San Fernando no reflejan el fasto que muchas veces se esconde detrás de los discretos muros y portones de hierro. De afuera a veces se llega a ver algo de la arboleda, nomás.
Ahora Honorio avanzaba sobre la coqueta terraza que otea sobre el monte deltaico. Seguía a paso relajado al mucamo que lo conducía al interior de la clásica pero moderna construcción.
Se hizo tiempo para identificar algunas especies arbóreas y de saborear el exquisito gusto con el que estaba diseñado el parque: pasto corto en torno de la casa y gramíneas largas más cerca de la barranca, flanqueados por macizos de plantas bajas y floridas más acá y arbustivas, más allá, que enmarcaban la vista.
El interior era fresco y lumininoso, una combinación que exige resulta de una buena arquitectura, y estaba invadido por cierta fragancia vegetal que no pudo disernir.
Subieron la escalera hasta el mirador. El ambiente no era grande ni chico, pero un amplio ventanal lograba capturar toda la visión del recién llegado. Le costó advertir la presencia del sillón giratorio del e-vidente Nojodamus y el escritorio negro sobre el que solo había una bolita negra.
- Buen día -saludó el sabio, que vestía un ambo de crudo de cuello mao, sin solapas y una camisa blanca del mismo estilo.
- Buen día -respondió el funcionario.
- ¿Qué lo trae por aquí? -inquirió el e-vidente como si se tratara de un dependiente de almacén.
- Me dijeron que usted adivina el futuro -disparó Honorio.
- ¡Error! -respondió con sonoridad metalizada de videojuego.
Honorio, sorprendido, se quedó callado, mirándolo.
El estrafalario personaje se puso de pie, se acercó al visitante y le presentó su diestra, a modo de saludo:
- Mi nombre es Nojodamus; mi profesión, e-vidente. No soy vidente. Soy alguien que recolecta y procesa información para brindarle un escenario posible o probable. Usted puede decir que eso es proyectar una visión. Pero la única visión que yo puedo proyectar es la que surge de esa bolita de cristal.
Volvió al escritorio, tomó y manipuló rápidamenter la canica. De inmediato, algo se iluminó a espaldas de Honorio. Se volteó y vio un inmenso monitor del tamaño de la pared opuesta al ventanal, que permitía una proyección a escala humana. Nojodamus advirtió la perplejidad de Honorio y le aclaró:
- Esta bolita es un mouse y la pantalla tiene adosado un poderoso procesador.
Honorio se volvió sobre Nojodamus y el e-vidente le guiñó rápidamente el ojo derecho.
- Insisto, ¿en qué lo puedo servir? ¿quiere tomar algo?
- Bueno, si, gracias; un café con leche.
En ese momento, debido al rápido movimiento del mucamo, se dio cuenta que nunca se había retirado y que los acompañaba silenciosamente desde el fondo del estudio.
Honorio se sintió incómodo debido a que su traje oscuro desentonaba con la luminosa atmósfera de la mansión. Pero aprovechó la retirada del personal para pedir con lo que había ido a buscar.
- Ante todo, muchas gracias por recibirme. Como le anticipé a su secretario, quisiera saber cómo me irá en las próximas elecciones.
Recién ahí, Nojodamus le presentó una silla para que tomara asiento, y él hizo lo propio detrás de su escritorio y con el ventanal a sus espaldas. Honorio no había reparado en que aún estaban de pie en esa extraña e incómoda consulta.
- ¿Qué quiere saber? ¿el resultado eleccionario o como le irá a usted durante el comicio? Me refiero a su salud.
Honorio no salía de su asombro. No pudo evitar entrecerrar los ojos y sin darse cuenta echó la cabeza levemente hacia atrás, mientras se cruzaba los brazos.
El hombre de blanco acarició la bolita, movió suavemente los dedos sobre el escritorio con la suavidad de un pianista y levantó su mirada por sobre su visitante. Honorio se dio vuelta y pudo ver en la pantalla un expediente médico que reunía todos los estudios realizados en diversas instituciones sanitarias a lo largo de su vida.
- Su cardiología no ofrece un panorama auspicioso -manifestó Nojodamus-. En este aspecto, presenta una gran fragilidad y una elección conlleva un stress que no es recomendable para usted, Le sugiero que evite el trance.
Honorio quedó petrificado mirando, leyendo y releyendo el diagnóstico en el monitor. Al volverse, vio que Nojodamus perdía su mirada sobre la inmensa arboleda que va desde la barranca hacia el delta.
- Disculpe -dijo para llamar su atención- pero yo no puedo echarme atrás. El partido ya me nominó...
Nojodamus guiñó nuevamente el ojo, pero esta vez lo hizo con una leve inclinación de cabeza y dictaminó:
- Hágame caso, no sea sonso.
Honorio reaccionó con la vehemencia que se utiliza para superar barreras evitables, y entonó firmemente:
- Mi padre siempre me dijo que nosotros, los Laureado...
- ¿... su padre...? -lo interrumpió Nojodamus.
Honorio se quedó petrificado, mirando el escritorio. Justo en ese momento irrumpió el mucamo en la sala con una jarra de agua con dos vasos de vidrio.
- ¿Ve? Esto es lo que usted tiene que tomar. El café para su salud es venenoso.
Nojodamus señaló con su brazo derecho extendido hacia la puerta, en donde aún permanecía el mucamo.
Pesadamente, Honorio se incorporó y abandonó lentamente la mansión.+)