Urbano según Armando

Encontré a Mandi en un café,
en pleno centro.
Miraba al vacío, birome en mano,
sin atender a su libreta de anotaciones.
Hasta que no me senté en frente, no notó mi presencia.
Luego de los saludos de rigor,
sazonados por la sorpresa,
le pregunté dónde estaba su mente hacía unos segundos.
"Me preguntaba qué es lo más importante para ese tipo
que va caminando tan aceleradamente.
¿Qué lleva en esa carpeta?
¿A quién telefonea desde la calle?
¿Qué llamadas atiende y cuáles desprecia,
bajo la falsa promesa de que más tarde lo llamará?
"Porque estoy seguro de que si lo hubiese visto ayer y antes de ayer,
la situación hubiera sido la misma.
Ese hombre vive apurado y, lo que es más grave,
juraría que no sabe a dónde quiere llegar.
"Vos me podrías contar de sus apremios y vencimientos;
yo, de las cuestiones que desatiende
por dejarlas siempre en segunda o tercera prioridad.
"Es muy probable que tenga muy presentes a sus hijos;
tal vez, a su mujer. Pero,
¿y a sus padres? podrían ser ancianos.
¿Acude a alguna clase de celebración en las fechas patrias o cívicas?
Digamos, ¿tiene un compromiso con lo que es público, común?"
Aproveché su breve silencio y puse una cara
como para hacer un comentario,
pero el Doctor Témpore no percibió mi gesto,
o no quiso atenderlo.
"Su apuro le impone formas
que seguramente agreden a los que no llevamos su ritmo
ni tenemos el privilegio de estar tan apurados.
Su intensidad quita plenitud a otros.
Hoy mismo lo ví discutir con un motoquero,
no sé porqué motivo.
Uno, más histérico que el otro.
Me juego a que, a la hora de comer, devora;
¡este señor es la ansiedad con patas...!"
Era el momento de interceder por Urbano,
y de hacer su desagravio. Pero Mandi continuó.
"A la hora del sexo, termina rápido.
Su seducción es histérica
bordea el onanismo.
No tiene ocasión de gustar del bienestar ajeno.
Porque anda corriendo siempre detrás del suyo.
Está tan obsesionado por sus cosas
que sus conversaciones giran en torno de su mundo
y su óptica siempre es muy subjetiva.
Es prácticamente imposible que pueda entender
las dificultades de los otros o, más aún,
puede ser que se lo malinterprete a menudo.
Este pibe está acabado", sentenció.
No había lugar para decir otra cosa.
Me llamó la atención que, justamente él, estuviera tan enajenado.
El mozo no nos había llegado a ofrecer nada.
Me paré. Ni me miró. Dí media vuelta, y me fui.