Pelota dominada

Las reiteradas pesadillas de Urbano Rivera
suenan como uno de esos engolados
relatos de la época de Miranda:
“Pelota Dominada
cruzó la mitad de la cancha.
A unos metros se presentaba un obstáculo,
estación obligada para llegar al área.
Aquél se presentaba
con las piernas como un puente
y los brazos abiertos,
como apoyadas en una mesa.
El antílope daba zancos
y jugaba desafiante
ante el tosco e inmóvil guardián,
cuyos ojos no abandonaban
a la esfera dorada.
La bestia entornó levemente
su cuerpo dando el frente al lateral,
como para dar una carrera;
una oportunidad para el galgo.
El mamut se desplazaba en diagonal;
la gacela se abría para superarlo.
La geometría ayudó a enfrentarlos,
a dos pasos, cerca del corner.
El wing pisó para adentro,
seguido por su espejo;
luego, hacia el fondo
y, de nuevo, a atrás.
Estaban a un metro.
El cíclope empujó la pelota al lateral.
Ahora el cazador
perseguía a la liebre;
desde atrás, punteó el balón.
De pronto, la mole se interpuso
entre el wing y la pelota.
La acarició con el lado externo del empeine
y la puso en órbita, como a un satélite,
del otro lado de la cancha".