Extrañas Grafías IV

Unos chiquillos caprichosos y malcriados vagaban en la plaza.
Era un domingo, a la tardecita.
Uno compró una pizza grande de muzzarella, un vino tinto.
Quedó una porción tibia, suelta en la caja grande, y un cuarto de vino.
Lo dejaron al pie de uno de los bancos.
Aunque antes los rociaron con un veneno contra las hormigas que uno llevaba encima.
Hicieron como que se fueron, pero se quedaron espiando a distancia.
Desde su atalaya vidriada, el viejo percibió el manjar y descendió hasta la planta baja.
Se asomó con cautela y percibió que la zona estaba despejada.
Cruzó la calle y avanzó directo hasta ese improvisado comedor a la intemperie.
Comió y bebió los manjares con voracidad, sin degustarlos.
Los muchachos lo vieron acomodarse en el banco.
Luego, se retorció y en cuestión de segundos cayó al suelo.
Apenas escucharon alguna queja.
Esperaron unos minutos, aterrados por lo que habían hecho.
Avanzaron tímidamente.
Notaron que el viejo había dibujado un garabato incomprensible con un líquido viscoso que había salido de su boca, y que había desaparecido cuando llegó la policía, en horas de la mañana del lunes.
Los chicos, triunfantes, coronaron su proeza en Facebook.+